Mi hijo, que acaba de empezar estudios universitarios hace apenas una
semana, tiene una facilidad innata para el estudio. No le requiere esfuerzo
colocarse delante de un libro, y memorizar o sintetizar, en menos de una hora
el conjunto de páginas y conceptos que requiere para sacar adelante los exámenes.
Así ha ido pasando los cursos. Primaria, la ESO, Bachillerato y por fin la
Selectividad.
Pero a menudo tenemos ciertas bronquitas en casa por esa dejadez que
presenta en épocas en los que los exámenes no están presentes. El mínimo
esfuerzo que le requiere superar las pruebas, hace que deje todas sus tareas
para el último día, y así, justo antes de cada examen, se encierra en su
habitación, y en menos tiempo del que yo desearía cierra el libro y… hasta el
próximo. Él conoce sus posibilidades, y sabe medir que esfuerzo le supone cada
trabajo, cada presentación, cada prueba.
Yo en cambio, le intento hacer ver que esa técnica de estudio, por llamarla
de alguna manera, algún día le dará un disgusto. Un dolor de cabeza ese último
día puede dar al traste con esa hora de concentración que requiere. Una avería
eléctrica puede dejarle sin posibilidades de realizar el próximo trabajo. La
confianza en sus posibilidades, y ese dejarse ir cuando la situación no
requiere el máximo esfuerzo pueden ser las claves de algún que otro fracaso.
Pero claro, a él que le vas a explicar a punto de cumplir los dieciocho. Sus
frentes de batalla son varios, los entrenos, los amigos, el facebook, y los
estudios. Y a todos ellos ha de prestar atención.
Pues este fin de semana, viendo juntos el último partido azulgrana ante el Granada, le comentaba que el actual Barça me recuerda mucho a él. Empiezan
los partidos como acomodados, e incluso parece que con algo de hastío. Debe ser
salir al campo, y ver a los once tíos del equipo contrario metidos a las
primeras de cambio en el balcón del área, y es cómo si una especie de pereza se
apoderará del juego blaugrana. Y así, en una sinfonía de pases horizontales, y
en un ir y venir insulso de la pelota el partido se torna aburrido. Ya
apretaremos, deben pensar. Queda tiempo. En una de éstas, llegamos y marcamos
el primero. Y así transcurren los minutos, y la nada se apodera del juego.
Y en las segundas partes, con el marcador igualado, parece que se toca a
arrebato, y entonces paulatinamente, y a medida que el reloj se acerca al
minuto noventa, las revoluciones, en el campo, y en el banquillo suben, y
entonces sí, el ritmo se convierte en frenético en la búsqueda del gol que no
acaba de llegar. Hasta que llega, y el trabajo se da por realizado. Bien está
lo que bien acaba.
Y es que hasta ahora, el resultado es óptimo. Y al igual que mi hijo, que
resuelve sus pruebas con calificaciones entre el notable y el sobresaliente,
los azulgrana han conseguido todos los puntos en liza. Pero las sensaciones,
son, que cualquier día, un dolor de cabeza puede aquejar al equipo. Un
cortocircuito puede desactivar la conexión entre Xavi, Iniesta y Messi, y entonces estaremos lamentándonos por las
horas largas de partidos en los que los nuestros dejaron transcurrir el reloj
sin apenas presencia.
Yo preferiría, que tal cómo sucedía en las primeras temporadas de Guardiola, el equipo saliera al campo,
a realizar su trabajo de la mejor forma posible. Atrincherar de verdad al
contrario es su área, e intentar finiquitar los encuentros en los primeros cuarenta
y cinco minutos. Así, de la misma forma, que el buen estudiante utiliza los últimos
días antes de sus pruebas para repasar y asentar conocimientos, los azulgrana,
podrían utilizar las segundas partes para gestionar cambios, realizar
probaturas, y dar minutos a jugadores necesitados de ellos.
Ya sé que puede parecer algo sacrílego criticar ahora al equipo, cuando
precisamente hoy, todos los periódicos de mi ciudad me han despertado con titulares
sobre la magnificencia de los puntos conseguidos, y sobre la supremacía europea
del equipo. Nadie en el continente lleva una trayectoria como la nuestra. Nadie
nos puede hacer sombra. Y nuevamente me acuerdo de Marc, mi hijo. El también me dice que me calle, y que hasta que no
suspenda deje de darle la tabarra. Pero claro, cuando suspenda, ¿de que servirá
la bronca que le pueda pegar? El suspenso ya será un hecho, no?
Aunque debo reconocer, que debe ser cansino a su vez, disputar partido tras
partido tratando de superar una y otra vez la misma situación. Once jugadores
esperando, bien cerraditos en el centro, y rezando para que una contra ponga
contra las cuerdas a los culés. Me hizo gracia en este último encuentro la
lectura de mi hija pequeña, que viendo a los andaluces distribuidos de esa
forma me pregunto; “Papa, pero eso vale?”
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3 comentarios:
Yo tuve la ocasión de estar en el campo y la verdad es que se sufrió bastante más de la cuenta. Yo era de los que pensaba que al descanso ya irían con algún gol por delante, pero nada de nada. Pero, pese a todo, estas victorias también cuentan aunque no nos gusten.
Si que da esa sensación de que se sale sin demasiada intensidad y no deja de ser curioso una estadística en la que ponian de manifiesto que el Barça te mata en los ultimos veinte minutos esta temporada.
Yo la verdad es que todos los partidos me han parecido difíciles, salvando el de la Real Sociedad que se solventó sobradamente y el de Champions contra el Spartak en el que se complicaron la vida con el inoportuno y casual gol en propia puerta, veremos si aparecen equipos que sean mas "valientes" e intenten jugarles un poco mas de tu a tu, porque lo cierto es que cuesta abrir esos sistemas defensivos tan cerrados, exigen muchísimo mas de lo que a primera vista pueda parecer.
Vamos a ver: yo no sólo veo un problema de intensidad, que lo hay, sino que también veo un problema de coordinación natural y lógico cuando estás practicando un sistema táctico diferente al que acostumbrabas. El Barcelona está implementando el famoso cuadrado mágico en el medio campo, que no, no lo inventó Vanderlei Luxembugo, sino Herbert Chapman, en los años treinta, y que Luemburgo sacó del trastero y desempolvó sin mucho éxito... Hombre, el cuadrado mágico es muy complicado, además, el Barcelona, como no podría ser de otra forma, pues nada, ha creado un cuadrado mágico rotante, como para volverse locos, no?
Pero es muy interesante: según Luxemburgo, te crea líneas de pases triangulares, no sólo para el poseedor del balón, como ocurre en un triángulo (de los que tanto emplea el Barcelona, ya saben, el famoso tercer hombre), sino que todos los vértices del rombo girado tiene dos líneas de pases diagonales, y una vertical...
Y eso está haciendo Tito, es muy complejo, de acuerdo, pero es hermoso. Sólo hay que ver el gol 132 de Messi contra el Panithinaikos, en este vídeo: http://www.youtube.com/watch?v=FGKFiM5vSxQ
Observad que se forma un rombo con Messi en uno de los vértices, Xavi, Iniesta y Pedro, en los otros tres... Esto es lo que se intenta con el cuadrado mágico... A que es guapo el rombo, a que sí...
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