Con ese grito se arrancó ayer la
grada del Camp Nou, una vez respiró y vio como se certificaba una victoria por
goleada ante el más próximo de sus perseguidores. Victoria que dejaba al Barça a nueve puntos de los colchoneros
y a trece de su máximo rival y oponente, el Real Madrid. Victoria que además dibujaba en el rostro de los
jugadores azulgrana una disimulada sonrisa ante un hecho de todo inesperado,
que ni el más optimista de los culés podía imaginar cuando arrancó la competición
entre las dudas que generaba el cambio en el banquillo catalán.
Un grito que liberaba la tensión
producida en un choque que a decir verdad llegó al descanso con un resultado de
lo más inesperado viendo el devenir del juego en los primeros cuarenta y cinco
minutos. Un grito, en resumidas cuentas que representa las ganas que la afición
catalana le tiene al propietario del banquillo del Bernabeu.
El protagonismo de Mourinho es tal, que ha dejado en
segundo plano otros tipos de gritos y apoyos que hasta hace no mucho eran auténticos
hits de la grada. Desde el famoso “Madrid..
c.. saluda al campeón”, que Eto’o
utilizó para ponerse a todo un enfervorizado estadio en el bolsillo, pasando
por el archirepetido “Madrid, se quema,
se quema Madrid”, los cánticos nunca habían tenido un destinatario tan
personal.
El ego de Mou lo ha absorbido todo y ahora parece que hasta el propio Real Madrid como institución ha quedado
por debajo de la arrolladora presencia del de Setúbal Todo lo absorbe Mourinho
y su clan portugués. Cada palabra, cada declaración, cada frase tiene un
destinatario, y es él, Mou, el
objeto de todas ellas. Desde el famoso “vete
al teatro, Mourinho, vete al teatro”
o “sal del banquillo, Mourinho sal del banquillo”, hasta
el nuevo éxito que ayer vio a la luz, parece que el acicate de la presencia
lusa en La Castellana sirve como motivación a una plantilla que no desiste en
este viaje histórico que nos está tocando vivir a los culés.
Y es que lejos de pensar en un
equipo que se diluya y se relaje pensando en lo hecho, parece que el actual Barça va en busca de todos aquellos
récords de los que ahora presume Mourinho.
Ya no basta con ganar una Liga, el
objetivo es otro y mucho más ambicioso. Algo me dice que los jugadores quieren
enterrar la memoria del luso, y desterrar su nombre de cualquier registro por el
que pueda ser recordado. Los amantes de la historia de Roma recordarán como
algunos de los tiranos que llegaron a ser emperadores intentaron ser borrados
de la Historia cómo si jamás hubieran existido, entendiendo que el olvido es la
mayor afrenta posible ante aquellos que tienen cómo máximo objetivo el ser
recordados
Ahora, el técnico blanco se
encuentra cerca de pasar por una situación parecida. Si Mourinho no consigue este año la preciada Décima, y pone fin a su etapa blanca, su currículum de su paso por
una institución como la madrileña no pasará de anecdótico, y ante la ausencia
de títulos de gran prestigio su nombre se perderá entre la mediocridad de
aquellos otros que sí coparon de éxitos las vitrinas del museo blanco. No son
la Copa del Rey y una Liga tarjetas de presentación muy
lustrosas ante otros éxitos de antiguos ocupantes de ese mismo cargo, que con
mucho menos ruido y diferentes maneras dejaron mejor recuerdo.
Pero ¿le conviene al Barça un
cambio en el banquillo blanco? ¿Saldría fortalecida la entidad azulgrana por el
fin de la era portuguesa en Madrid? En mi opinión la marcha de los portugueses
del Madrid podría tener un sinfín de
consecuencias que podrían debilitar al Barça.
Por un lado destensaría a unos jugadores que con el objetivo cumplido, habrían
derrotado ya no a su máximo rival, sino al que ahora se erige cómo máximo
representante. Por otro, la escandalosa aportación goleadora de Messi podría verse frenada ante la
escasa competencia que tendría en este apartado. Hay que recordar que los números
de Messi empiezan a crecer desde la
llegada de Cristiano Ronaldo, y que
se vuelven de otro mundo a partir de que queda relegado a la segunda posición
en la tabla de goleadores hace ya dos temporadas. ¿Una Liga sin Ronaldo frenaría
la hambruna del argentino por demostrar que es el mejor?.
“Nosotros te queremos, Mourinho quédate” fue un grito espontáneo e
improvisado que pulsa el estado de ánimo de una afición que preparada para una temporada
a la expectativa ve que llega la Navidad,
y que, en vistas de los augurios económicos para el próximo año dificultan
encontrar motivos reales de brindis, encuentran un deseo claro para él.
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