Todavía recuerdo con nitidez el momento. Un centro de Alves, un mal rechazo de la defensa, un pase hacia atrás de Messi, y ver el balón colarse por la
escuadra de Cesch después de un
zambobazo de Iniesta. Luego, la
locura. Todos corriendo, todos chillando, algunos incluso llorando. Todavía veo
a uno de mis hijos, entonces con apenas 13 años, subido encima de la mesa de un
bar gritando cómo loco tras la consecución de un gol, que daba al Barça la posibilidad de conseguir un
triplete. Todavía recuerdo a mi padre, intentando hacer que bajara de la mesa,
pero dejándose arrastrar por el ambiente de alegría extrema del establecimiento.
Y todavía recuerdo la conversación que teníamos de regreso a casa.
Me hablaba Marc de la suerte de
ser del Barça, de la posibilidad de
ganarlo todo, de lo grande que estaba siendo la temporada. Yo le escuchaba
entre gritos y banderas. La gente se había vuelto loca, y la Via Julía, era una sinfonía de cláxones
y bocinas. Los balcones estaban a rebosar y se oía el himno del equipo en cada
una de las travesías que cruzábamos.
Mi hijo miraba, y no dejaba de mostrar una perenne sonrisa. Yo, por mi
parte, después de los nervios pasados, recuerdo que sólo le decía una cosa. Qué
recordara el momento, qué se lo gravara en la memoria y que lo disfrutara al máximo.
“Marc, disfruta el momento, puede que sea la única
vez que vivas algo así”. Y es que nunca en la historia habíamos tenido
semejante panorama. Teníamos a tirar de piedra un triplete que nos iba a
convertir en el mejor equipo jamás visto.
Pues bien, ayer tuve que recordarle esas palabras. Y es que fue adelantarse
el Real Madrid en el marcador, tras
el repetitivo gol de Cristiano Ronaldo
en el Estadi, y comenzar, él y otros
como él, todos pertenecientes a una generación que ha vivido instalada en el éxito
permanente, a dejar ir improperios contra el equipo y sus jugadores.
Tuve que recordarle, cuando el partido ya estaba sentenciado, tras la
contra de libro que ejecutaron los blancos y que supuso el segundo gol que ponía
el cartel de fin a la eliminatoria, cual era mi currículum culé a su edad. Dos
Ligas, hijo, dos ligas había podido yo disfrutar apenas cumplida la mayoría de
edad. Dos Ligas, y multitud de sin sabores y malos ratos.
Tuve que recordarle, cuando Messi
perdía un balón, que éste no era un “matao”,
y lo comparaba con las prestaciones fabulosas que ayer nos ofreció el siete
blanco. Le intenté, entre el griterío ya reinante, y las amenazas de cierto
sector de la audiencia de quemar todo lo construido, que yo había crecido y hecho
culé al lado de otra estrella, Johan
Cruyff, que si bien significó mucho para la entidad, no superó en toda su
trayectoria azulgrana, el número de goles que este pequeño argentino es capaz
de marcar en una sola temporada. Y que sí, que ayer Cristiano estuvo de cine, pero que a nadie le dan los premios por
un mes de buena competición. Ya se oían ayer de nuevo sonar los tambores que
anunciaban el próximo ganador del Balón
de Oro…, y estamos en febrero!!!
Tuve que recordarle también, cuando se levantó de la silla para no ver el
final del partido tras el tercer gol blanco, que sólo habíamos perdido la Copa del Rey. Y sí, la hemos perdido
contra el Madrid. Y sí, contra un Madrid que nos ha superado claramente
en la vuelta. Y duele, claro que duele. Pero más lo hacía perderla en esas
rondas preliminares en las que equipos como el Novelda o la Gramanet (sí, hijo
sí, la Gramanet, ese equipo con el que tú en ocasiones te enfrentas), nos
dejaban con cara de tontos, sin saber muy bien que había ocurrido. Y duele más,
incluso, si algunos de los jugadores, una vez acabado el partido y preguntado
por el resultado comenta que éste es superable en un partido de vuelta que no
existe. Eso era antes mi Barça, una
alegría, y cien decepciones.
Tuve que recordarle, que probablemente cerremos el año con la consecución
de una nueva Liga (a expensas de un
milagro ante el Milan), y que si es
así, habremos superado lo conseguido el año anterior, en el cual luchando todos
los títulos hasta el final, sólo pudimos conseguir esta Copa que hoy lloramos.
Y sí, también tuve que recordarle que aunque reconociendo que hoy el equipo
está mal, y falto de chispa, todavía nadie ha ganado nada, y que al igual que él
me dice, cuando valoró sus notas a mediados de curso, y me insta a esperar al
mes de junio para sacar conclusiones, también hemos de darle el crédito a un
equipo, que ahora está en un bache, pero que, atendiendo a la calidad de sus
integrantes, y a su compromiso, seguro que al final nos dejará satisfechos con
los éxitos logrados.
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