Las rosas son símbolo de
finalidad, de logro y de perfección, aunque cómo reza una frase anónima “no hay rosas sin espinas”. Y es que para alcanzar cualquier logro se debe pasar primero por varios desafíos,
sufrimientos y hasta pinchazos como los de las espinas. La rosa es
en sí la mejor metáfora para transmitir este mismo mensaje. Será por eso que es
la flor más famosa, además de su extrema belleza y perfección. Su tallo
espinoso, representa la dificultad de acceder a sus pétalos, los cuales
representan los mayores parabienes.
Pues bien, ayer el Barça, se topó con su primera espina, y
se la clavó de forma tan profunda que la hemorragia producida puede impedirle
el acceso al mejor ejemplar del jardín.
Siempre ha sido una constante en
este ciclo azulgrana, que el rendimiento del equipo baje enteros en los meses
iniciales del año. Enero y febrero acostumbra a ser un período de transición,
en el cual los culés acostumbramos a ver a nuestro equipo con menos
revoluciones de lo que es habitual.
Pero el calendario es el que es,
y es justo en estos dos meses cuando se dirimen dos de las tres competiciones a
las que siempre optamos. Semifinales de Copa
y octavos de final de Champions son
partidos claves que hay que superar y que no admiten error o relajación. Y
ayer, en la ida de la máxima competición en San Siro, el Barça tuvo
su mal día y pinchó.
Un mal día que se tradujo en uno
de esos partidos feos, en los que los catalanes salen al campo maniatados por
la agresividad defensiva del rival de turno. Constantes ayudas defensivas,
acoso y derribo a las puntas azul y granas, y balonazo como principal arma de
ataque, parecen ser las armas de destrucción masiva con las que los catalanes
deben luchar.
Y contra esas armas, en según que
momentos parece no haber remedio. El juego se convierte en un ir y venir
insulso del balón entre los centrales y centrocampistas, sin ninguna
posibilidad de hacerlo llegar a los delanteros. Un toma y dame hacía adelante y
atrás. Un toca y mueve de izquierda a derecha no parecen en ocasiones
suficiente para saltar según que estrategias defensivas, puestas en acción con
una intensidad muy diferente a la de la competición local.
Y es que, aunque sea fácil
decirlo ahora, puede que esa escasa dificultad con la que el Barça se deshace
semana a semana de sus rivales en Liga, pueda ser una de las causas de ese
pobre rendimiento en el día de ayer. Acostumbrados a jugar casi a placer, y sin
apenas espinas que impidan su paso, son pocos son los partidos en los que el
equipo debe “partirse la cara” para llevarse los puntos en disputa. Apenas los
partidos ante el Real Madrid, y
visitas complicadas a Mestalla, el Sánchez Pizjuán o el Calderón suponen choques de auténtica
exigencia para un equipo que aplasta a sus rivales con pasmosa facilidad y que
convierten su andadura en la competición doméstica en un “camino de rosas”.
Han sido estos octavos un
desastre en general para los equipos de la Liga
BBVA. Tres derrotas y un empate es el pobre bagaje recogido en la ida de
esta primera eliminatoria. Tres derrotas y un empate que ponen en alto riesgo
la clasificación de cualquiera de los equipos implicados. Tres derrotas y un
empate que dejan en entredicho el tan manido lema de que aquí se disputa “la
mejor liga del mundo”. Tres derrotas y un empate que pueden dejar a esa liga huérfana
de representantes sólo empezar, lo que Johan
Cruyff, denominaba la verdadera Champions.
Y es que la sucesión de éxitos
anodinos, de partidos sin apenas rival, y de encuentros que apenas obligan al máximo,
sirven de deleite al espectador, pero como contrapunto aflojan el nivel de
tensión con el que los jugadores afrontan el siguiente partido. Y ante equipos
cómo el de ayer, italiano, glamoroso, y con una capacidad defensiva
infinitamente superior a lo que aquí podemos encontrar, pareció que a los Messi y compañía les faltaba algo más
que la simple posesión del balón.
Porqué los transalpinos
demostraron que sin él también se puede jugar a este deporte. Tres disparos a
puerta, sin apenas conducción, sin apenas elaboración, y casi sin apenas juego,
les dieron un resultado que noventa minutos antes ni siquiera soñaban. Fue como
un regreso a un pasado ya olvidado, en el que cualquier equipo italiano te hacía
un roto con apenas juego de ataque. En mis tiempos aquello se llamaba oficio, y
de él tiraron ayer los rojo y negros.
Oficio que ahora deberemos
demostrar aquí en la vuelta. Con nuestras armas. Las de siempre. Pero a una
mayor velocidad de ejecución. Con el balón y sin él. Presionando, robando y
enfilando portería apenas se generen pasillos de penetración. Sólo haciéndoles
sentir que la sola disposición defensiva no es suficiente, dará el equipo el
primer paso para superar un envite, en el que a día de hoy estamos más fuera
que dentro.
Y en medio, seguiremos con esta
insulsa Liga, en la que al menos ahora vienen rivales y encuentros de interés.
Puede que así el equipo despierte, y con el fin de mes, y la llegada del
primaveral marzo, resurjamos, y al igual que en la estación de las flores, las
espinas que hoy nos pinchan, se conviertan en pétalos de rosa que mañana nos
acaricien.
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1 comentarios:
Mentiría si dijese que lo veía venir pero está claro que en los últimos partidos fuera de casa el Barcelona ha pecado de indolencia. Fue sintomático que el Granada nos discutiese el partido en los últimos diez minutos a base de correr, luchar y presionar. Andando es difícil ganar partidos. Lo que me temo es que el cuerpo técnico es incapaz de reconducir esta situación ya que no hay galones para dar un grito o dejar en el banquillo a un jugador como Xavi que probablemente ayer no estaba al cien por cien. Lo del Chelsea, Celtic, incluso el Madrid nos dice que este equipo no es el mejor cuando el contrario se cierra bien y juegan rápido, físicamente. Jugadores como Iniesta, Xavi, Cesc o Pedro son incapaces de ganar balones divididos. El famoso plan B no debe ser sólo chutar más a puerta sino arriesgar a descontrolar el partido. Ayer en el descanso yo hubiese quitado a Xavi y Cesc y haber puesto a Song y Thiago que pueden cortar balones y coger al adversario descolocado. Jose Carlos.
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