Estos días le he cogido afición a una serie de ficción que parodia a una
comunidad de vecinos en un barrio de alto standing. Y es que en los tiempos que
nos está tocando vivir, unas risas después de algunos días complicados no vienen mal del todo. El surrealismo de la serie, atendiendo a las
recomendaciones de uno de mis hijos, me ha hecho visionar capítulos anteriores. Y hubo uno
en el que no pude más que destornillarme de risa en el sofá.
Tenía el fútbol como motivo principal, y como si de una competición de
Champions se tratara parodiaba un torneo vecinal entre las diferentes
comunidades de la urbanización. Entre todos los clichés descritos destacaba el
de delantero. El delantero “pichichi”.
Una astracanada que representa al típico
sujeto que necesita de la gloria en forma de gol continuo. Yo quiero ser el
mejor, yo quiero ser el centro de atención, yo quiero tirar las faltas, yo
quiero tirar los penaltys. Y no pude más que acordarme de algún otro que
requiere para si todos los focos y la máxima atención: Cristiano Ronaldo.
Un jugador que vive por y para su lucimiento personal. Que se asocia poco
en el campo y que da muestras de necesitar el reconocimiento de todos para
sentirse conforme consigo mismo. Un jugador que lucha no sólo contra sus
rivales, sino que en una competición paralela lo hace a la vez, contra todos
aquellos que intentan poner en duda su supremacía. Y al igual que el
protagonista de la serie, que se ve ensombrecido por un pequeño jugador
colombiano que hace del balón su máximo aliado, el portugués también ha
encontrado su competidor en el mismo rincón del mundo. Poco importa que Amador levante los brazos y
reclame para si un balón, es indiferente que Cristiano Ronaldo reclame para si toda la atención en cada una de
sus celebraciones. Que más da que el nueve de Montepinar quiera finaliza cada una de las jugadas de ataque. No
importa que el nueve blanco engorde sus números y registros individuales
partido a partido. A cada uno de ellos, le ha surgido un rival que nunca podrán
superar.
Y así como el pequeño colombiano, Parrales,
recoge el balón, gambetea, y se zafa con facilidad de cada jugador que le sale
al encuentro, Messi, cada día que
pasa luce más en cada zona del campo y en las diferentes facetas del juego.
Qué un día Ronaldo bate el récord
de goles de la Liga con unos
registros que parecen imbatibles, no tarda más de un año en ser superado ese
registro con estratosféricos resultados. Qué Ronaldo intenta aumentar la versatilidad de su juego añadiendo
asistencias a sus números, nunca éstas han llegado a los números ofrecido por
el diez azulgrana, convirtiéndose éste en el jugador de la Liga que más destaca en este faceta del juego. Qué CR9 acapara para sí toda la atención en
cuantos lanzamientos de falta se generan en las inmediaciones del área rival, no
hay mejor aliciente para Messi que
mejorar en este aspecto y dejar en la nimiedad los porcentajes del luso en este
tipo de lanzamientos. Quedan ya pocas las facetas del juego en las que el luso
se puede sentir mejor. Tal vez el remate de cabeza, penalizado en Messi por su escasa corpulencia sea un
posible punto a favor del primero. Y la efectividad desde el punto de penalty puede
que sea otro.
Por eso estos días de listas, y de quinielas para el Balón de Oro me hace gracia observar las diferentes valoraciones
que se hacen para otorgar al ganador. Los títulos conseguidos, recordando
anteriores prebendas hacia antiguos ganadores, es uno de los argumentos más
rescatados. Apenas nadie habla de calidad individual, apenas nadie habla de números,
apenas nadie que defienda al sempiterno aspirante reclama ese premio con el
argumento de que Ronaldo es el mejor. Si hasta incluso, en un gesto que no hace
más que acrecentar ese ego que en ocasiones le pierde, el propio jugador ha
reclamado para sí el prestigiosos trofeo.
Mientras tanto, Messi calla,
calla y juega. Y partido a partido, gol a gol, asistencia tras asistencia
acumula méritos para ser nuevamente, y por cuarta vez consecutiva el ganador
del premio. Un premio que le permitirá superar a estrellas como Platini o Cruyff en el historial del trofeo. Unos registros que le están
llevando a superar a Pelé y Müller en las listas de máximos
goleadores de la historia.
Y en enero, cuando se abra el sobre del ganador, y Messi suba a recoger el trofeo un nuevo sentimiento de frustración
se apoderará de su antagónico rival. Y a partir de entonces nos tendremos que
preparar para oír y leer todo tipo de improperios en aras de la defensa de la injusticia
del galardón. La que se avecina!!!!!
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