“Entre todos lo mataron y el sólo se murió”, podría ser un uso del
refranero popular muy adecuado para lo que estamos viviendo últimamente
respecto al trato que se le da al deporte rey.
Estamos asistiendo los culés, en estos últimos años a las páginas más
gloriosas de nuestra historia, no ya sólo en títulos, sino en espectáculo y
reconocimiento. Pocos son los partidos disputados en el Camp Nou en los que el juego
ofrecido no valga el precio de la entrada. Pocas son las semanas en las que las
exhibiciones dadas por el equipo no sean portadas en Europa, e incluso en los
medios informativos del máximo rival. En un ejercicio de memoria histórica a
veces recreó una escena de finales del siglo XIX, cuando en un bar londinense
se marcaron las reglas básicas de este deporte. Si ahora sus creadores vieran la
propuesta ofrecida por el Barça, creo que llegarían a al conclusión
que precisamente esa era su idea de juego aquel día.
Hace pocos días que la estrella azulgrana Leo Messi se convirtió en el recordman azulgrana en cuanto a goles
conseguidos. Con motivo de dicha efeméride, televisiones y radios rescataron imágenes
de archivo, y el ya fallecido Cesar
recibió un merecido póstumo homenaje. En algunas de sus entrevistas se le hacía
ver el gran valor de su gesta, y él, haciendo gala de una humildad que todos
sus compañeros corroboraban decía que el mérito estaba en los actuales
goleadores y no en él. ¿La razón?. Lo resumía en una sola frase: “En mi época se jugaba a ganar, ahora se
juega a no perder”.
Y es que después del infausto Mundial
90, en el que el espectáculo se resintió, y la mayoría de los encuentros
podrían clasificarse como auténticos bodrios, parecía que los órganos
dirigentes tomaron conciencia del pírrico interés que muchos de los partidos
tomaron para el aficionado. Un Mundial en la que la mayoría de los encuentros
apenas mostraban acciones de ataque y que alzó un monumento al juego defensivo
y de presión. ¿Alguien puede recordar un solo encuentro digno de mención en esa
edición mundialista? Mi memoria no ha guardado ningún dato de esa edición.
Bueno, uno sí, Schilacchi fue su
estrella y máximo goleador. Este también puede ser un dato significativo de
vulgaridad, no?
Pues bien, parece que aquello fue la espoleta necesaria que despertó la
necesidad de que algo debería de cambiar, y que el camino que estaba tomando el
juego se alejaba de su concepción original. La búsqueda del gol. Y poco a poco,
técnicos y jugadores, organismos e instituciones variaron estrategias y reglas
en aras a favorecer un juego más dinámico. El objetivo máximo era incrementar
el tiempo de juego real que en ocasiones quedaba por debajo de los veinte
minutos por parte. Y se consiguió, y poco a poco el juego volvió a ser
protagonista.
Ahora, un nuevo fenómeno aparece en escena, justo cuando la propuesta
futbolística es la más atrayente. Un nuevo fenómeno que trata de contrarrestar
el dominio azulgrana con armas, que se alejan del auténtico protagonista de
este deporte: el balón. (qué me permita Lobo
Carrasco robarle su principal teoría)
Ruedas de prensa, polémicas, tácticas ultradefensivas y campos en
deplorable estado son las armas que ahora se plantean para destronar a los Messi, Xavi, Iniesta y compañía.
Jugadores que episodios puntuales a parte, únicamente tienen un propósito una
vez fuera del túnel de vestuarios. Jugar, jugar y jugar. Y si puede ser marcar
un gol tras otro que haga que el aficionado, que no olvidemos que es el gran
sustento de todo este circo, salga del campo o desconecte el televisor
satisfecho con el espectáculo ofrecido.
Cada vez son mas las visitas azulgranas en las que el terreno de juego no
ha sido tratado como debe. Hasta ahora, el no regar la hierba o el dejarla
crecer de forma concienzuda eran las tácticas más utilizadas. Ahora, en una
vuelta más a la tuerca, parece ser como ocurrió en Mallorca y Milán que el
terreno es tratado de forma “concienzuda” para que ofrezca el peor de los
estados.
Y es precisamente en la época en la que el juego de mi equipo más me
enamora, cuando se ponen más impedimentos para su práctica. Pero si hasta en
las competiciones de Veteranos que todavía disputo el primer ruego de los dos
equipos es pedir el riego del campo. La circulación rápida del balón es la máxima
expresión de este juego, y el principal propósito de unos jugadores ya pasados
los cuarenta. ¿Porqué no ha de serlo
entonces de los verdaderos profesionales?
Mucho se habla estos días de árbitros, de adulteración de la competición,
de polémicas y disputas. Para mi, la auténtica adulteración de un partido está
en el control del único elemento en el que realmente el factor humano puede
tener incidencia: el césped. Si existe
reglamentación en cuanto a medidas máximas y mínimas del campo, peso y material
del balón, aforo de los estadios, publicidad a presentar, indumentaria…, ¿porqué
no existen normas mínimas en cuanto al estado del terreno de juego?.
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