De un tiempo a esta parte, llevo
observando que se está siendo muy magnánimo en el trato de la derrota azulgrana.
En ocasiones, lo puedo entender, e incluso lo encuentro justificado. Todavía
recuerdo una eliminación de la Copa del
Rey ante el Sevilla, con un
partido para babear en el Sánchez
Pizjuan, en el que Palop, creo
que realizó el mejor partido nunca visto a un portero. Fue una derrota dulce y
soportable. O la eliminación ante el Chelsea
de la Champions pasada, que aunque
lejos de hacerme sentir orgulloso, si que, a mi juicio, se debió a una especia
de conjura astral que parecía tener escrito el nombre del equipo “blue” de
antemano en el palmarés de la competición.
Somos los catalanes muy proclives
a la celebración de la derrota. Si incluso nuestra fiesta nacional, El Día Once de Septiembre (Diada de l'Onze de Setembre, Diada Nacional de Catalunya, o
simplemente Diada). conmemoramos la caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas al mando del duque de Berwick durante la Guerra de Sucesión Española el 11 de
septiembre de 1714, tras catorce meses de sitio.
Y ahora, en esas estamos, en
definir la última pérdida cule, en forma de trofeo de SuperCopa, como una
derrota con orgullo. La verdad, es que después del partido apagué el televisor.
No me apetecía quedarme en el campo a ver como los blancos recogían el trofeo.
No tenía ganas de escuchar los análisis post-partido y las diferentes
opiniones. No necesitaba que nadie me explicara que había sucedido. Lo había
visto yo mismo. Y había visto, que en una primera parte vergonzante, nuestro máximo
rival nos pintó la cara. Así, tal cual, sin rodeos. Más intensidad, más fuelle,
más ganas, más ansias. Atributos que nada tienen que ver con el acierto o la
efectividad. Porqué si encima hubiera sido así, el varapalo que nos hubieran
infringido hubiera sido de los que después sirven de excusa para editar un DVD
conmemorativo.
Por eso, al día siguiente, cuando
leí la prensa, los comentarios y los análisis del partido, ya más calmado,
volví a indignarme, si cabe aún más que cuando estuve delante del televisor. Ante
frases cómo “es la vez que más orgulloso
me siento de este equipo” pronunciada por Tito Vilanova. O, “sólo
llegaban mediante pelotazos” también pronunciada por el técnico blaugrana. O
“nos han dicho en el vestuario que en la
segunda parte hemos dado una lección de fútbol” dicha por Piqué. O “salimos
fríos al partido y el Madrid lo aprovecho con balones largos” enunciada por
Xavi. O “esfuerzo sin premio” o “El Madrid acabo pidiendo la hora” fueron titulares de algunos de los diarios
catalanes.
¿Orgulloso del equipo?... Pues no
atisbo a saber muy bien la razón de este orgullo, si me refiero al partido de ayer.. ¿Orgulloso por salir al campo
de forma tan relajada que permite al contrario, nuestro máximo rival, dolido y
vilipendiado hasta la extenuación estos últimos años, la posibilidad de
devolvernos todas las afrentas en un solo bofetón? ¿Orgullos por no caer vilipendiados jugando
con diez?. Habrá que recordar que la expulsión de Adriano fue justa, y que el diez de la formación azulgrana se debió
una vez más a es a nula intensidad de nuestro medio campo en la presión, que
facilitaba cualquier pase a los delanteros blancos. Menos mal que el brasileño
optó por la expulsión, ya que de no ser así, y siendo CR7, el receptor del
pase, el tercer gol estaba cantado, y entonces sí que la autopista hacia la
masacre estaba servida. Fue la acción más inteligente de la defensa azulgrana
en la primera parte.
¿Pelotazos?. Pues yo vi otro
partido, eh?. Si que es cierto, que los dos goles fueron precisamente en
jugadas así descritas, pero, el resto de los minutos de pelotazos nada. Hubo
presión, fuerza, intensidad y juego directo. Hubo balones en profundidad entre
líneas aprovechando espacios y autopistas infinitas hacia Valdés. Hubo
estrategia en la búsqueda de faltas laterales, sabiendo la precariedad
azulgrana en el juego aéreo. Hubo, en definitiva, aquello que definió Rosell en su día como baño.
¿Lección de fútbol?.. Hombre, sí.
En la segunda parte se mejoró. Bastante. Lo cual no era muy complicado viendo
el papelón de los primeros cuarenta y cinco minutos. Sólo hacía falta salir
algo más ordenaditos y con ganas de jugar el partido. Parafraseando a Xavi, sólo
se necesitaba salir un poco más caliente al campo. Pero lección de fútbol no se
puede catalogar una parte en la que el contrario dispuso de hasta cuatro claras
ocasiones de gol, y en una de ellas Kedhira,
que no se caracteriza precisamente por su endiablada rapidez y regate, fue capaz
de plantarse ante Valdés después de
deshacerse de seis, si seis, rivales azulgrana.
¿Fríos al campo? Pues si un clásico,
en el que te juegas un título, sí, un título, te deja frío, es que algo empieza
a fallar por dentro. Porqué esa sensación de frialdad fue la que provocó que la
hinchada culé se pusiera a cien, y con un calentón que a mi todavía me dura.
Ahora podría decir que estamos a
principio de temporada, que es una derrota para aprender, que nos servirá de
lección, que es intrascendente y no nos afectará… Podría repetir todos los tópicos
que también ayer leía en boca de los integrantes del equipo. Pero no puedo
evitar sentirme rabioso, pensando, en que lo más destacado del partido de ayer
fue que mi equipo se quedó en el campo esperando a la entrega del trofeo a los
merengues. Acto muy deportivo, sí, pero es que yo la imagen que quería ver era
a mi equipo recogiendo el trofeo en ese mismo feudo merengue. En ese caso si
que me hubiera sentido orgulloso.
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